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                     “RESILIENCIA, El trascender de la experiencia  ·  Estrategias psicosociales para la potenciación individuo – comunidad”






           su organización política y social, como los sistemas de asambleas comunitarias y de mayor-
           domías, así como los patronatos de los panteones; recuperar su memoria colectiva a través de
           las narraciones orales de su devenir como pueblos, la lucha de sus ancestros, sus leyendas y

           los hallazgos prehispánicos; rescatar sus saberes ancestrales, como la herbolaria y el temaz-
           cal; y hacerse visibles ante una ciudad que los ha invisibilizado.



           Así, en los pueblos originarios, ellos y ellas resisten de manera que “la memoria histórica se
           desdobla y permite hacer aparecer los sueños ocultados, las utopías represadas, la creatividad
           sometida, el lenguaje silenciado, los símbolos aprisionados, las libertades cercenadas” (Jara-
           millo, 2005, p.28). Sus diversas formas de resistencia pueden englobarse en dos rubros: resistir
           desde la lucha activa y resistir desde el terreno de la infrapolítica.




           Resistir desde la lucha activa




           En su mayoría, los pueblos originarios en la cuenca de México se han organizado para parti-
           cipar activamente en la lucha frente a un proyecto neoliberal en expansión y al mal gobierno.
           Para ello, han desarrollado estrategias como la ejecución de plantones y marchas, con el res-
           pectivo cierre de avenidas principales y obras de “desarrollo urbano”; la oposición directa a la

           construcción de megaproyectos mediante adelantos de amparos; y la participación política
           activa, a través de consulta ciudadana y la consolidación de redes y frentes de lucha a niveles
           nacional e internacional. Asimismo, en el sureste del país, se han creado espacios como los

           Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno.




           Resistir desde el terreno de la infrapolítica



           Sobre este tema, Jaramillo (2005) menciona que los símbolos, lenguaje, fiestas o carnavales tam-
           bién adquieren sentido como expresiones de la resistencia. En la actualidad, los pueblos origina-
           rios celebran los carnavales, las fiestas patronales, la Fiesta de la Candelaria y las fiestas cívicas;

           realizan peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe; vistan los cerros el Día de la Santa Cruz;
           elaboran ofrendas el Día de Muertos; y mantienen el intercambio simbólico con los pueblos ve-
           cinos a través de recreaciones del ciclo agrario del cultivo del maíz. De esta forma, confrontan
           las acciones tendientes a la homogeneización cultural, que son expresiones de dominación.



           Una forma más de resistir reside en la terquedad por seguir con los mismos hábitos como for-
           ma de control cultural y ejercicio de poder. Al respecto, Bonfil (1988) propone que el control so-
           bre la posibilidad de permanencia o movilidad de elementos culturales es una forma de lucha

           política por parte de los pueblos para mantenerse autónomos y preservar sus costumbres. Sin
           embargo, es necesario tener en cuenta que cada uno define sus formas específicas de resistir
           comunitariamente de acuerdo con su contexto, recursos y potencialidades.




           ¿Hacia dónde guiar la acción del psicólogo social comunitario en el
           proceso de resistencia comunitaria de los pueblos originarios?
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