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“RESILIENCIA, El trascender de la experiencia · Estrategias psicosociales para la potenciación individuo – comunidad”
La vivencia epistemológica, según Góis (2002) es aquella cuya experiencia genera conocimien-
to por la conciencia simbólica. Por lo tanto, es pautada en la dimensión reflexiva de la concien-
cia. La vivencia ontológica es aquella cuyo sentido se encierra en sí misma y está en el orden
del pre-reflexivo, del emocional que no se da en la dimensión simbólica sino en la dimensión
sensible del encuentro del cuerpo con el mundo sensible (Góis, 2002).
Así, en la dimensión dialógica del MDV, apoyándose en la concepción de Freire (1996), el diálogo
es visto como acto político de la acción de educar, donde se valoran los saberes y las experien-
cias vividas por los involucrados, teniendo por principio la relación horizontal entre Sujetos
que aprenden y se concientizan mutuamente. Al dirigir a la autonomía, inspira una postura
ética, respeto a los demás, coherencia, capacidad de vivir y de aprender con el diferente.
En la dimensión vivencial del método, aparecen en la práctica fundamentos del arte-identi-
dad (Góis, 2012) y de la Biodanza (Toro, 1991). El arte-identidad (Góis, 2012, p.46-47) se refiere
al arte como “camino de expresión y recreación de la identidad personal y social” y como
“mediadora de la relación individuo-mundo para facilitar la expresión del potencial de vida
inherente A todo ser humano “. En vivencias de arte-identidad, se utilizan músicas, danzas,
dramatizaciones, collages, manoseo de arcilla, pintura y poesía. La intención es contribuir a
que haya el proceso de recrearse como sujetos en el mundo y con el mundo.
La vivencia de la Biodanza, permite la resignificación y revalorización del aprendizaje al propi-
ciar “(...) la formación de vínculos intensos, consigo mismo, con el otro y con la totalidad que
generan la base para el desarrollo de la Inteligencia Afectiva” (Cavalcante (2007, p. 18). Hay,
con ello, la ampliación del proceso pedagógico para un proceso de vida cuando las experien-
cias de aprendizaje se extienden hacia la elaboración por el sujeto de nuevas comprensiones
sobre el mundo.
Góis (2002) afirma que, la metodología de la Biodanza, en cuanto vivencia de la corporeidad
en el instante del aquí-ahora comprende a la vez las dimensiones corporal y existencial, po-
seyendo un valor intrínseco y generando efecto inmediato de integración. Así, la dimensión
simbólica es dispensable, pues las vivencias son elaboradas en el nivel corporal con la integra-
ción sensorial-motora, dando sentido a la existencia sin pasar por el cribado de la racionali-
dad (Toro, 1991). Se percibe que la vivencia, así, fortalece la vinculación afectiva y la identidad
personal y social (Góis, 2012) de los habitantes, pudiendo promover movimientos de fortaleci-
miento y, consecuentemente, de resiliencia si hay un contexto propicio.
La dimensión vivencial tiene que estar imbricada con la dimensión dialógica. De esta manera,
Freire (1983, p. 45) caracteriza el diálogo como “encuentro de los hombres mediatizados por
el mundo, para pronunciarlo, no agotándose, por lo tanto, en la relación yo-tú”. Con el diálogo
es posible comprender “la posición de poder de los sujetos, la imagen de los interlocutores,
las formaciones discursivas, los géneros discursivos” (Góes, 2000, p. 17). Es igualmente impor-
tante subrayar que el diálogo permite el movimiento de conciencia y desnaturaliza la reali-
dad a partir de la problematización (Montero, 2008). Entonces, el diálogo que problematiza la
realidad ocurre por medio del encuentro entre agentes internos y externos a la comunidad,
pudiendo ser concebido como uno de los principales factores para la existencia del cambio
social a partir del establecimiento de relaciones horizontales y cuestionadoras.

