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“RESILIENCIA, El trascender de la experiencia · Estrategias psicosociales para la potenciación individuo – comunidad”
deben estar al servicio de intereses sociales y no servirse a sí mismos” (Touraine, 2005:85). Esto
es lo que sucede comúnmente: aquellos que tienen por labor representar a un pueblo rompen
sus lazos con la sociedad civil y crean ese malestar general en la multitud.
De acuerdo con Fisher, la analogía pertinente para las consecuencias de dicho malestar
en la multitud, son los mecanismos de defensa que esta crea, como lo haría cualquier
sistema inmunológico, una parte del sistema inmunológico corporal ha aprendido a dife-
renciar a través de la larga evolución entre aquello que le era ajeno o doméstico, lo que lo
beneficiaba o lo perjudicaba, hoy aquellos sujetos que conforman la aglomeración pueden
entender que deben cuidar la salud integral de la sociedad mediante herramientas como
la resistencia colectiva y al igual que los procesos de aprendizaje de las defensas corpora-
les basados en la evolución, el sistema mental de protección se ha fundamentado en las
experiencia de la historia de la humanidad (Fisher, 2001:40).
Por este motivo, si los hombres desean cuidar bien su colectividad y aprender su verdadera
historia no pueden olvidar sus latentes realidades para alejarse de aquellas imágenes equívo-
cas con ciertas tonalidades ideológicas, pues al igual que un sistema inmunológico, la primera
condición es detectar el peligro para poder combatirle mediante dicha resistencia.
Por otra parte, la resiliencia es la competencia que tienen las personas de recuperarse de
situaciones adversas. Existen tres tipos de factores que promueven los comportamientos re-
silientes, a saber, los atributos personales, los apoyos del sistema familiar y aquellos prove-
nientes de la comunidad (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997). Los procesos de resiliencia
pueden ser individuales o colectivos, y se refieren a la superación de todo tipo de situaciones
de vulnerabilidad o victimización: pobreza, violación de derechos, orfandad, etc.
Diversos estudios han demostrado que las prácticas artísticas operan como un factor mo-
tivador de resiliencia. Algunos autores han denominado esta función terapéutica del arte
como arte-terapia. (Ciormai y Reyes, 2008; Elmescany, 2010; Buitrago y Restrepo, 2006). Igual-
mente, varias investigaciones han develado el potencial que detentan las prácticas artísticas
para promover procesos de construcción de memoria social sobre hechos victimizantes. El
arte permite, a través de procesos de sensibilización, construir memoria social sobre hechos
victimizantes y fortalecer los procesos de resiliencia colectiva. La arte-terapia puede ser una
metodología alternativa para adelantar procesos de pedagogía de la memoria. El arte se pre-
senta, entonces, como una oportunidad para mediar pedagógicamente la construcción de
significados colectivos sobre el pasado y a reparar, paulatinamente, las heridas grupales que
la remembranza de dicho pasado provoca.
La construcción de expresiones que dan origen a la memoria se constituyen como dispositi-
vos de resistencia frente a las intenciones claras de la violencia en los contextos colectivos a
través de las subjetividades. La resiliencia termina siendo en sí una apuesta de resistencia a
la guerra, que propende por dejar marcas imborrables a los sujetos marginados de por vida
como elemento de eliminación del otro a través de la violencia. La resiliencia a través del arte
consiste en generar lenguajes que permitan a nivel colectivo generar memoria intencionada
de lo vivido en función de la sanación colectiva.

